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El Club Científico del Parque de la Conservación: 20 años

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28 abr.

El Club Científico del Parque de la Conservación: 20 años

Un Club se define como una “Asociación de personas con intereses comunes que toman parte en actividades diversas”, o más bien, actividades biodiversas para el caso de esta historia, una historia que no ha terminado, que se reinventa, que muta y que se adapta al cambio, una historia que merece ser contada, pues ha impactado a muchas personas de distintas maneras a lo largo de estos 20 años del Club de Ciencias del Parque de la Conservación. 

 

Un grupo de “Bichos raros” 

Dicen que cada persona es un mundo, en ese orden de ideas el Club de Ciencias es toda una galaxia, pues no para de ser un encuentro de mundos, un encuentro de personas que comparten un gusto por los seres vivos y la curiosidad por los fenómenos naturales que observan a diario. Esto lo hacen muchos grupos, pero en nuestro caso los protagonistas son los niños y jóvenes, quienes se atreven a preguntarse sobre asuntos científicos e ignoran ciertas ideas que conciben la ciencia como un fenómeno cultural exclusivo para adultos, rompiendo con esquemas y proponiendo una manera más amplia de entender las ciencias naturales, abordándola como parte de nuestra cotidianidad desde tempranas edades.  

Precisamente en eso se convirtió el Club para muchos, en un elemento importante en su estilo de vida, volviéndose un momento que se espera y que se disfruta, porque allí se reúnen personas que comparten intereses e inquietudes sobre animales, plantas y otras alimañas; se encuentran también personas que te guían y que te muestran posibilidades infinitas para conocer y conservar la biodiversidad, te enseñan el enorme orgullo y al mismo tiempo la gran responsabilidad que implica vivir en un país tan biodiverso como Colombia, te revelan el microcosmos de vida que existe en una gota de agua o te llevan a reflexionar sobre la fragilidad de enormes especies a causa del tráfico de fauna.  En el Club llamamos a estas personas “tutores”, o simplemente “profes”, sin embargo, muchos participantes han encontrado más que eso en estos guías, que se han convertido en verdaderos maestros y en personas fundamentales en sus vidas 

Como en toda historia hay un inicio y, en consecuencia, un primer maestro. Hubo alguien que tuvo la idea del Club y la materializó con sus esfuerzos individuales, partiendo de ahí, fue encontrando personas que se unieron al proyecto, comenzando múltiples historias paralelas que le han dado forma al significado del Club Científico. Este primer maestro se llama Jhon Humberto Madrid, un naturalista en todo el sentido de la palabra, quien desde sus primeros años de vida ha estado estrechamente conectado con el mundo natural y su enseñanza, realizando investigaciones científicas y educación ambiental para la conservación de la biodiversidad, labor que no solo ha realizado a través del tiempo sino también del espacio, pues ha trabajado en muchos lugares de Colombia que van desde las soleadas tierras de Santa Marta, en el Acuario de la ciudad; las llanuras eternas de la Orinoquia, la sobrecogedora selva amazónica, hasta las caóticas ciudades como Bogotá o Medellín, asesorando el diseño de museos científicos e interactivos, siendo esta última parada la que eventualmente lo llevaría a crear el Club Científico del Parque de la Conservación. Este se ha consolidado como uno de los mejores clubes de ciencias del país, logrando participar en numerosas ferias científicas de Colombia e incluso del mundo, pues a lo largo de la historia varios de sus estudiantes han podido representar al país en ferias internacionales de Panamá y Brasil.  

La experiencia del Club no es solo un semillero de biología, es sin duda un punto de encuentro,  un espacio para el  debate, para la exploración y para el acercamiento con el otro, entendiendo al “otro” no solo como los animales y plantas que nos rodean en el Parque sino al “otro” como cada una de esas personas con las que compartimos experiencias y de las cuales nos quedarán recuerdos, ideas, lugares,  anécdotas  o enseñanzas que, como las venas en las alas de una libélula, se unen y se separan en puntos distintos, pero nunca dejan de hacer parte de un mismo ser vivo. 

En los campamentos que hacía con el Club, Jhon solía contar historias sobre distintas representaciones mitológicas de culturas del mundo que se basaban en su propia biodiversidad. Una de estas historias habla de un dios con forma de araña llamado “Kweku Anansi” que aún hoy en día es adorado en África occidental; este dios teje sus hilos y conecta personas, momentos y memorias a través del espacio y el tiempo. Quizás esta sea una buena metáfora de cómo ha funcionado el Club a lo largo de los años, pues las conexiones y vínculos que ha tenido y que tiene con otros lugares, instituciones y personas, han sido tan diversas y fascinantes como la más imponente telaraña. Telaraña que año tras año se fortalece mientras niños, jóvenes, profes, padres y madres de familia tejen juntos un propósito de conservación y educación ambiental. ¡Club Científico del Parque de la Conservación, 20 años! 

* Texto elaborado por David Bermúdez Tamayo, quien hizo parte del Club desde su creación, se convirtió en Intérprete Ambiental del Parque y actualmente adelanta sus estudios en biología en la Universidad EAFIT.